Ariel Corse es un médico veterinario de La Matanza y miembro de la comisión directiva de AAVE. Le da asilo y cuidados 250 ejemplares bajo el cuidado de la ONG que preside, ACMA en Alejandro Korn y cerca de Baradero.
En la presente nota, replicamos la entrevista que le realizó Graciela Cicero a Ariel para el diario online Infobae.
Es el ángel de la guarda de caballos maltratados, viejos y de aquellos a los que le dan la sentencia de muerte: del ya no hay nada por hacer. Este hombre de 44 años, casado y con dos hijas, es médico veterinario, y actualmente, está al frente de dos predios con unos 250 ejemplares, dentro de la estructura de la Asociación contra maltrato animal (ACMA). Está el predio base de Alejandro Korn, donde funcional el hospital, y otro cercano a Baradero. La función no solo es de rescate. Los rehabilitan, algunos entregados en adopción con suma responsabilidad y otros tienen la posibilidad de caminar bajo el sol hasta sus últimos días en los que morirán dignamente.
Si algo sobra a este veterinario es amor y mucha conexión con esta especie que aprendió a conocerla desde chico y luego con su formación veterinaria. Cada ingreso de un caballo suma una página en la historia de ACMA que ya cumplió 12 años.Quienes están desde los inicios fueron testigos de capítulos inolvidables, que marcaron a fuego la institución: como la rehabilitación de Estrella con su bota y ganas de correr y Lala, una sobreviviente de un feroz incendio que ocasionó daños en el 90 por ciento de su cuerpo. Animales que no estarían ahí vivos pastando, si no fuera por el Dr. Corse, presidente de la ONG. Su apellido, por poco, no es Horse (caballo en inglés).
Quien quiera puede acercase y apadrinar un caballo (acma.org.ar) De eso se trata. No reciben un subsidio estatal. Hay unos 40 voluntarios permanentes, de todas las edades y también hay empleados fijos. Son 250 caballos cuidados con un enorme esfuerzo en lo cotidiano. Si alguno lo necesita, puede contar con alguien cuidándolo las 24 horas.
Los ejemplares están agrupados por franja etaria, por carácter o por compatibilidad. Hay caballos tranquilos y otros con muchos traumas. Están los que que tienen terror a todo y a los que no les importa nada. Igual que las personas
“Fui un desesperado de los caballos desde chico”, afirma Corse, que se crió en Villa Madero, La Matanza. A los cuatro, cinco años se trepaba a los de la calesita o los juegos mecánicos cuando podía vacacionar en San Clemente.Cuando pasaba el mimbrero con el carro y su caballo, llevando muebles se escapaba del mostrador del almacén de mis padres, inmigrantes napolitanos, para seguir sus pasos, completamente deslumbrado. Lo seguía por un costado hasta donde podía. “Estaban bien mantenidos. Eran otras épocas”, explica.
En su adolescencia tuvo su primer caballo. Se había ido a vivir al campo con familiares donde aprendió el manejo de los caballos de verdad. Cuando terminó sus estudios, como técnico mecánico, porque quería tener un oficio, empezó a estudiar veterinaria en la UBA. Un test vocacional le había arrojado el resultado. No había dudas. Su alma es de veterinario y pudo combinarlo con otros conocimientos que le resultan de mucha utilidad. En el segundo año de la carrera conoció y empezó a trabajar como ayudante del veterinario Marcelo Otero, su padrino de la vida, quien le transmitió su metodología de trabajo con la especie.
Por medio de la Asociación Argentina de Veterinaria, recibieron un llamado de un herrero. Necesitaban un radiólogo para sacar unas placas en Lanús. Eran unos proteccionistas que rescataban caballos de la calle. “Les pregunté qué les hacía falta. Les dije que les conseguía más baratos los remedios. Qué le podía llevar. Llevé vacunas para donarles. Cuando llegué no estaban los responsables de la ONG y me dijeron que habían llamado a otro radiólogo que lo había resuelto”, relata Ariel. Y en ese momento se enojó: “Me hicieron venir al cohete”, les dijo. Le respondieron que hubo una confusión y que hiciera las placas de nuevo. Así llegó a ACMA.
Acma presentó un proyecto en Diputados para a entrega de un predio, que debería cubrirlo el Estado. “Los caballos son semovientes, igual que un auto. Le hacemos ahorrar millones al estado. Que nos provean un predio en comodato”. Hasta ahora alquilan los predios.
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